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miércoles, 15 de julio de 2009

La conversación global - entrevista con José Barreiro

La conversación global - entrevista con José Barreiro

(Conversación con Lea Terhune) (2352)

Este artículo pertenece al Periódico Electrónico "Pueblos indígenas: vivir en dos mundos"

José Barreiro es director de la oficina para América Latina y director adjunto de investigación del Museo Nacional del Indígena Americano (NMAI) en Washington, D.C.  Nacido en Cuba, de ascendencia taina, Barreiro ha dedicado su carrera académica a la investigación de los pueblos indígenas de América Latina y del Caribe y es uno de los principales expertos en la materia.  Antes de integrarse al NMAI, Barreiro fue catedrático de Estudios Amerindios en la Universidad Cornell.  Además de sus numerosas publicaciones académicas, ha sido periodista, redactor y novelista.

Pregunta: ¿Cuán sólidos son los vínculos entre los pueblos indígenas en el mundo?

José Barreiro: Una de mis experiencias más instructivas ocurrió cuando era un joven reportero y formé parte de una delegación que asistió a una reunión de la Comisión de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, en Ginebra, Suiza, en 1977.  Fui con la delegación de la nación mohicana, para la que trabajé en ese tiempo como reportero del periódico Akwesasne Notes.  Mi esposa es mohicana y vivíamos en su reservación.  En el contexto de la ONU fue una conferencia pequeña, pero para los pueblos indígenas fue una conferencia enorme al congregarse y conocerse estos por primera vez.  Vino mucha gente proveniente de lugares lejanos.  Durante los primeros dos días se habló de los problemas que la gente estaba teniendo en los diferentes países acerca de los derechos humanos.  Había unidad en cuanto a lo que la gente había sufrido:  la pérdida de tierras, problemas sobre la retención cultural, y tipos de ataques como esos.  Recuerdo a Corbett Sundown, un cacique de los sénecas entrado en años, que trataba de hablar con un anciano mapuche de Chile.  Yo hablo español, así que traduje, y el anciano mapuche le preguntó, "¿Por qué no hablamos acerca de quienes somos como indígenas"?  La respuesta de Corbett fue invitarlo a quemar tabaco temprano en la mañana - su propia ceremonia, una versión de la oración de agradecimiento de los iroqueses.  La palabra se propagó, y vino mucha otra gente.  Es una oración hermosa, completa, una expresión de aprecio por el mundo natural, que coloca al ser humano dentro del círculo de la creación y da gracias a la Madre Tierra y a toda la creación.  Dice, "en agradecimiento unimos nuestras mentes", y echamos tabaco en el fuego, y el humo lleva la oración hacia toda la creación, hacia el mundo.  Los mapuches, los mayas, los hopi, los maquiritari y los aymaras y quechúas, todos pudieron sentirlo.  Esto es, dijeron.  Esta es la razón por la que estamos aquí.  Nuestra unidad trata realmente de esto, porque tenemos algo similar para expresar.

P: ¿Cuáles son las dificultades que se tienen en común?

Barreiro: Está la aplicación forzada de una cultura extranjera y el intento de destruir las culturas indígenas.  Las escuelas de internos tenían una mentalidad de "matar al indio y salvar al hombre".  [Desde principios hasta mediados del siglo XX, en Estados Unidos, así como en Canadá y Australia, a los hijos de las tribus indígenas se los removía y enviaba forzadamente a escuelas de internos para darles una educación de estilo occidental.  Se les prohibía hablar en sus idiomas natales y, con frecuencia, ver a sus familias].  Existe una patología social - pobreza, alcoholismo - en algunos lugares peor que en otros, pero ésta existe y necesita ser combatida, y hay un gran activismo acerca de esto, desde los educadores hasta los trabajadores del cuidado de la salud.

Cuando se introducen las tecnologías modernas con mucha fuerza, la otra cultura sufre una pérdida definitiva, y algunas veces esa es la intención.  Este fue el problema con la educación en las primeras escuelas de internos.  No se admitía que había algo cultural en ese niño.  Se suponía que el niño estaba vacío, y que se pondría la civilización en ese cerebro y se crearía una persona nueva.  Esto nunca dio resultados.  Creó una gran patología social.  Se le dice al niño que todo acerca de su gente está equivocado, que su gente no puede servir de modelo.  Esto crea una disfunción grave en la mente de una persona joven.

Pero donde la gente es relativamente fuerte, cuando entran las antenas parabólicas satelizadas, o el automóvil, o cualquier otra cosa, la adaptabilidad es más patente.  Se caza con un rifle en lugar de un arco y flecha.  Se conduce un automóvil en lugar de montar un caballo, muchas veces sin abandonar por completo al otro.  O se lo convierte más en un icono cultural o un símbolo.  Si se visita la feria tribal de los crow, que se celebra todos los agostos, se verá un gran número de indios de las llanuras, en unos 1.500 tipis, con unos cinco a ocho mil caballos.  Hay desfiles, rodeos y pow wows.  Esto no es para los turistas, es para las tribus.  El turista es bienvenido pero es incidental.  El caballo es una característica central.  Las artes son hermosas - la manera en que presentan a esos caballos, las artesanías hechas con cuentas.  Este es el caso entre muchos pueblos indígenas.  He estado en las cimas de las grandes montañas en Guatemala donde los indios quiche tienen cosas similares.  La gente, cuando se reúne en su propio contexto cultural, desea practicar sus viejas tradiciones.  Esto se ve en todas partes del hemisferio.

P:  ¿Qué tal le fue a su propio pueblo taino?

Barreiro:  Tuvimos en el pasado un gran número de matrimonios mixtos entre las poblaciones españolas y las africanas que vinieron originalmente como esclavos.  Hubo una gran pérdida poblacional debido a guerras y enfermedades, pero también siglos de relativo aislamiento como el de los guajiros, los agricultores de las montañas y las llanuras. Hubo por lo tanto una continuidad en el conocimiento familiar, el que en gran parte es un conocimiento indígena.  Esta cultura de familia, las tradiciones medicinales, la herbología, vivir en la tierra, la identificación de los espíritus de la naturaleza - todo esto se mantuvo.  Hoy, cincuenta años después de establecerse un sistema socialista, que supuestamente es completamente ateo, Cuba tiene más elementos espirituales que los que existen en cualquier otra parte del hemisferio.  Es asombroso como la gente sostuvo estas cosas, ahora en muchas manifestaciones diferentes.  Este es también el caso en Puerto Rico, la República Dominicana y, en lo que se refiere a la base de los tainos, en las Antillas Mayores, las islas grandes y, en grado mucho menor, en Jamaica y Haití.  Se lo puede ver todavía en la forma de las casas de campo, la agricultura, las medicinas herbales, las oraciones y muchas otras cosas.

P:  ¿Cuáles son los problemas principales de América Latina y el Caribe hoy?

Barreiro:  Los problemas económicos generalmente son muy grandes. Hubo trastornos.  La modernidad, muchos nuevos, rápidos y furiosos modos de comunicación y de transporte, han entrado en estas comunidades.  El trastorno más importante ha sido en la agricultura local. Recuerdo los mercados indígenas en el sur de México y en Guatemala a principios de la década de 1970.  Usted podía estar en el lugar más remoto en las montañas pero siempre se encontraría con un mercado indígena que por lo menos tenía abundancia de alimentos locales.  Esta gente podía comer.

Casi siempre las comunidades indígenas sienten un mayor apego al lugar.  Una vez que empieza la degradación de los bosques y se abandona la producción de los alimentos locales, la gente empieza a migrar.  No hay trabajo.  Alguien viene con la idea de que si se planta espárragos aquí para el mercado en Estados Unidos, Europa, o donde sea, eso le va a dar el dinero, y la gente puede trabajar como peón rural.  Pero el proceso destruye la producción local de los alimentos que la gente come.  Esto crea un producto que sólo es vendido fuera de donde esa gente vive.  La gente no se puede dar el lujo de comprar alimentos enlatados del exterior.  Esos indígenas que vienen al norte procedentes de México, Guatemala y Honduras, son indios de los poblados, gente que no abandonaría sus lugares excepto debido a condiciones económicas extremas.  Esta quizá es una simplificación, pero por lo general, cuando se tiene todavía una agricultura local robusta, la cultura tradicional es robusta, los matrimonios perduran más, los hijos crecen sin las patologías que acompañan a la pobreza, y se vive una vida mejor.  De allí en adelante las gentes puede educarse para lo que puedan llegar a ser, pero la mayoría de la gente hará algo productivo con la tierra.  El anhelo por la tierra sigue siendo fuerte.  Es el anhelo de poder vivir de la interacción directa con la tierra.  En cierto modo, es lo que define primitivo.  Se usa el término "primitivo" como un adjetivo denigrante, pero lo que significa realmente es que la gente tiene una relación primaria con la tierra.  La gente conoce la diferencia entre este y el otro árbol.  Cada uno tiene su propio propósito.  Hay un nivel de conocimiento sobre la ecología y la geografía local que produce una vida exitosa.  Es esto lo que la cultura tradicional creó, una vida exitosa.  Es así como se la recuerda.

P:  Los pueblos indígenas tienen una conexión espiritual con la tierra, lo que presenta una perspectiva diferente a la idea occidental. ¿No es así?

Barreiro:  Hay una diferencia en la visión que se tiene del mundo, y hay en la misma dos elementos centrales.  Uno es que todo lo que existe en este mundo tiene una resonancia espirirual, hasta aquellas cosas que consideramos muertas, inanimadas, o incluso fabricadas.  La tierra misma tiene vida.  Es la fuente de la vida.  Todo en esta tierra tiene un espíritu comunicativo que puede estar dormido o despierto.  Este es un principio trascendental de la filosofía indígena.

El segundo es que todo en este mundo necesita ser apreciado, ya sea la luna, un pequeño insecto, o un árbol.  Naturalmente, esto se aplica también a los seres humanos. Por lo tanto, viendo las tradiciones ceremoniales, todo trata de eso.  Todo trata de dar gracias, de expresar agradecimiento.  Y en el agradecimiento hay reciprocidad.  La reciprocidad es la base del respeto.  Se da, se recibe.  Un regalo engendra otro regalo.  El respeto engendra respeto.  Y la reciprocidad se extiende no solamente hacia otros seres humanos, sino que se extiende hacia esos otros elementos del mundo que sostienen nuestras vidas, lo que la Madre Tierra nos regala.  Nosotros trabajamos con ella.  El sol ayuda.  La lluvia ayuda.  Y la Madre Tierra provee para sus hijos.

P:  ¿La comunidad tribal tiene lazos profundos, no es así?

Barreiro: Los indígenas buscan siempre "¿donde podré adaptarme"?  El individuo no existe realmente.  Somos seres sociales; somos comunidades espirituales, interconectadas.  Este elemento es esencial.  Es por eso que los negocios muchas veces tienen dificultades en las reservaciones.  El primo Joe abre una estación de gasolina, pero tiene numerosos parientes pobres y no les puede negar que llenen sus tanques de gasolina. Por lo tanto el negocio va a la quiebra.  Es una historia real muchas veces repetida.  Pero si Joe les regala la gasolina hoy, dos semanas más tarde el primo regresa.  Tuvo suerte en la caza y Joe recibe la mitad de un venado.  Cuando funciona debidamente, esa reciprocidad es siempre una parte de la ecuación.  Y uno siempre aprende algo.  Siempre está la persona que también se aprovecha, pero crea una reputación por ser así.

P:  ¿Promueven las instituciones como el museo, y otras organizaciones, un diálogo y asociaciones efectivas?

Barreiro:  El hecho que existe aquí en la Institución Smithsoniana el NMAI, un museo inspirado y guiado por personas indígenas, significa mucho para los pueblos indígenas en todo el hemisferio.  Les agrada que haya un museo indígena aquí en el paseo nacional, a cuatrocientos metros del Congreso de los Estados Unidos.  Hay mucha fuerza en una institución como ésta.  Existe un elemento de nuestra cultura y de nuestra identidad que puede suplantar las cosas problemáticas que se interponen en el diálogo real.  Tal vez estamos entrando en una era en el país y en el mundo en la que después de tanto conflicto y odio pueda haber una manera de ayudar, en las tradiciones indígenas de pactar, de hacer paz.

Creo que si encontramos la base apropiada para establecer este diálogo, éste tendrá la capacidad de ser un diálogo central, esencial en el mundo.  No solamente en Estados Unidos; hay pueblos indígenas en todo el mundo, y culturas muy antiguas que conservaron partes muy fuertes de su propio indigenismo tal como fue desarrollado por la modalidad de su propia civilización. Son como los ancianos de la familia humana.  Los individuos de Wall Street, esos no son los ancianos.  Son chiquillos y sus actividades son motivadas por una visión periférica muy restringida.  La vida ofrece más que eso.  Yo lo sé porque he ido a lugares extremadamente pobres, en el medio de la nada, una choza en la que vive una mujer o un hombre anciano, los que pueden impresionarle con lo que saben y con su nivel de inteligencia y capacidad humana.  Esos son los verdaderos maestros.  Yo sé que son mis maestros.  Y hay gentes como éstas que también son profesores - no es la educación lo que produce esto en uno.  Creo que por último, es el diálogo al que procuramos llegar.

En la creación de este museo hubo un proceso de asociación.  En los treinta y tantos años del proceso, en las Naciones Unidas y a nivel nacional, lo más valioso para los pueblos indígenas ha sido el establecer contactos - esas comunidades muy distantes que despachan dos o tres personas a Nueva York, a Ginebra o a Washington.  Y al hacer esto conocen a abogados de derechos humanos.  Conocen a funcionarios de fundaciones, se conocen entre ellos - activistas medioambientales y de derechos humanos, gente con sólidas ideas empresariales, organizaciones docentes - y de esa asociación ha surgido una energía tremenda.  La asociación del público norteamericano mismo ha sido muy importante.  Las tribus no hubieran sobrevivido sin el fuerte sector del público norteamericano que siguió teniendo simpatía por lo sucedido e inteligencia acerca de ello.  Hoy, hay una gama entera de asociaciones potenciales y activas.  Confiamos en que el museo pueda ser una intersección para la discusión global y el diálogo indígena.  Los pueblos indígenas lo necesitan, y el mundo lo necesita aún más.

José Barreiro fue entrevistado por Lea Terhune, redactora responsable de este eJournal USA.

Las opiniones expresadas en este artículo no reflejan necesariamente los puntos de vista ni las políticas del gobierno de Estados Unidos.

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Rodrigo González Fernández
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