 
  
 La divinización de la naturaleza creada por Cameron y las teorías indigenistas de Evo Morales arrojan la duda: ¿está la Tierra enfadada con los humanos?
Hace una semana, el séptimo mayor terremoto  registrado en la Historia (8,8 grados en la escala de Richter) sacudía Chile.  Mientras, Europa occidental recibía atemorizada la llegada de «la tormenta  perfecta», cuyo nombre científico, ciclogénesis explosiva, hacía presagiar lo  peor. Varias personas fallecieron. Días antes, las lluvias torrenciales habían  anegado el archipiélago de Madeira y el suroeste de España con consecuencias  desastrosas. Anteayer, el desbordamiento del río Quitamayo, en Cuzco, Perú,  arrastraba decenas de vidas y las previsiones para estos días en el país andino  no parecían dar tregua. El caos, las muertes y la desolación azotan a un planeta  que apenas se ha repuesto del terremoto de Haití, una catástrofe que se saldó  con casi 200.000 fallecidos. Sobre todas estas tragedias, ocurridas en tan breve  lapso de tiempo, planea la alargada sombra del cambio climático y, por qué no,  ciertas teorías apocalípticas lanzadas desde los medios. Ahí está «Avatar», la  película más taquillera de todos los tiempos, en la que James Cameron presenta  un futuro en el que la naturaleza rige los designios de los habitantes del  planeta Pandora. El Árbol Madre y el Árbol de las Almas son en el filme los  dioses del último lugar del universo que los humanos necesitan conquistar para  solucionar los problemas energéticos de la Tierra. El hombre, por tanto, se  enfrenta a la naturaleza en esta batalla por la supervivencia. ¿Será que  «Avatar» refleja un futuro no tan lejano? ¿Acaso la Tierra está respondiendo con  furia a los embistes de la civilización? Quizá, pero esto no es ninguna  película.
Tampoco  pertenece al argumento de una película (aunque lo parezca) la cruzada del  presidente boliviano Evo Morales, quien achaca lo sucedido en Chile al enfado de  la «madre Tierra»: «Siento que la madre Tierra se enoja. Los terremotos son  consecuencia de políticas neoliberales, y es gravísimo ver a nuestros hermanos  muertos por ello. Siento que la naturaleza no aguanta las políticas que  destruyen el medio ambiente». Morales defiende además la veneración a la  Pachamama, diosa de los incas y representación indígena de la madre tierra. Es  decir, que la ley del talión, el clásico ojo por ojo recogido por primera vez en  el Código de Hammurabi, cobra fuerza para quienes piensan que si el planeta  retumba es por culpa de la maldad humana. 
No se trata de obviar que la mano del hombre está  resquebrajando el planeta. La deforestación, la incapacidad para solucionar la  emisión de residuos y gases, la pesca masiva... Todo ésto es obra del ser humano  y no ayuda a que la Tierra se mantenga tan lozanas como la encontramos cuando  llegamos. Pero cuidado con lanzar discursos apocalípticos ante tragedias de la  magnitud de las vividas en Chile y Haití. 
Patrones cíclicos
Mario Picazo, doctorado en Meteorología por la  Universidad de California, «hombre del tiempo» de Telecinco y director de la  empresa de productos meteorólogicos Atmosférica, nos lo explica con precisión  científica: «Siempre ha habido terremotos y siempre los habrá,  independientemente de la agresividad del hombre sobre el planeta. Además, es  importante saber que los seísmos no se pueden predecir. Por ejemplo, sabemos que  la falla de San Andrés, en California, puede activarse en cualquier momento de  manera brusca, pero es imposible concretar si  ocurrirá mañana o dentro de  cien años». Picazo también se refiere a las lluvias torrenciales, tormentas  perfectas y demás fenómenos meteorológicos que tanto nos están inquietando en  los últimos meses: «Para empezar, no existe ninguna relación entre la  meteorología y los movimientos sísmicos. Por otra parte, las inundaciones que  afectan al sur de España, Madeira y Canarias tienen que ver con la oscilación  del Atlántico Norte, un patrón cíclico que pasa de positivo a negativo cuando se  invierte la situación habitual de formación de borrascas en Islandia y el  popular anticiclón de las Azores». Aquí, el meteorólogo aclara que sí puede  influir el cambio climático, pero ojo, no de la manera que entendemos a veces:  «No podemos trasladar, como estamos haciendo, los problemas del cambio a una  escala local. Si llueve mucho en Sevilla este año no es por la acción del  hombre, al menos no hasta que exista un patrón de comportamiento que se repita  durante años. Lo que sí es cierto es que se están dando anomalías  climatológicas, como la subida de la tempertatura del agua en la zona que  comprende Madeira, Canarias y Cabo Verde, y eso provoca que las borrascas sean  ahora más virulentas. Y en ésto sí tiene que ver la mano del hombre».
Picazo, que precisamente  está preparando un programa de televisión sobre climas extremos, confirma esa  tendencia apocalíptica del cine y la literatura que presenta un futuro no muy  remoto plagado de seísmos, tormentas y huracanes, «pero que quede claro: todavía  le queda mucha vida a la Tierra. Es lógico que salten las alarmas cuando  aparecen tantas catástrofes naturales seguidas, pero no es nada anormal». 
Sin embargo, la ficción  sigue dando fuelle a las teorías más radicales surgidas a partir del cambio  climático. No sólo las deidades incas a las que clama el presidente Morales  parecen dispuestas a enfrentarse al hombre depredador, también historias como  «La carretera», de Cormac McCarthy (adaptada recientemente al cine), y los  filmes «Hijos de los hombres» y «28 días después». 
Emilio Carreño, director  de la Red Sísmica española, da la clave de por qué lo que está pasando, aunque  no lo parezca, es normal: «Las grandes compañías de seguros suizas y alemanas,  que tienen mucho dinero invertido en países iberoamericanos, llevan ya bastantes  años realizando estudios y han concluido que no ha habido nada significativo que  les haga pensar que se dará un mayor movimiento sísmico en aquella zona». 
¿Pura coincidencia? Tal  cual. Además, según Carreño «los terremotos son más frecuentes de lo que  creemos, pero se da la fatal casualidad de que recientemente hemos visto dos que  han afectado a zonas pobladas. Por otra parte, los hombres cada vez ocupamos más  terreno del planeta, por eso somos más vulnerables a padecer este tipo de  catástrofes». Las predicciones, por más que se haya avanzado en este campo, son  imposibles de calcular con exactitud, «ya que no existe ningún aparato que pueda  adelantar la fecha, lugar y magnitud de un seísmo. Por ejemplo, sabemos que  existen varios tramos en la costa de Chile en situación de alerta, y hace tiempo  la misma zona sufrió un terremoto de carácter interno que no hubo que lamentar  como éste», explica Carreño.
Miedo y desmemoria
El miedo es la base de muchas religiones, lo que  concuerda con la teoría de Morales, que busca culpables de la catástrofe entre  los propios humanos. Para Carreño, que ha estudiado esta tendencia, también  contribuye al miedo la sobrecarga de información, «porque podemos asistir a las  desgracias en directo. Incluso cuando se trata de ficciones, como la inundación  de Pico Viejo en la isla de La Palma, que supuestamente podría provocar un  tsunami que alcanzaría los Estados Unidos, la gente se aterroriza como si fuera  algo real». Además, a dicha sobrecarga de información le sigue la facilidad para  olvidar, como aclara el científico: «Tenemos cientos de ejemplos, como las  inundaciones de Bangladesh, el tsunami de Indonesia... ¿Quién se acuerda hoy de  todas aquellas víctimas?», añade Carreño.
Y es en este punto donde volvemos a intentar  desmarañar la trama de «Avatar» y sus conexiones con el catastrofismo. Los  humanos son malos, malísimos, depredadores voraces e insaciables en una película  que, según Ann McElhinney, autora del documental «Not evil just wrong», «es  bella pero peligrosa, una basura anticapitalista que contribuye al  adoctrinamiento verde en nuestras escuelas públicas». Tanta polémica coincide  con una lectura del filme que podría acercarse a los mismos dictados que  defienden los mayores instigadores del cambio climático, como Al Gore. Es decir,  que Pandora, la tierra de los «na'vi», es una recreación del Amazonas y de los  efectos devastadores de los humanos sobre la selva. Este supuesto es el que ha  servido a Evo Morales para apoyar de manera incondicional a Cameron, olvidando  que la cinta es en realidad una loa al capitalismo americano porque, no lo  olvidemos, ha costado 400 millones de dólares. Y eso también cuenta. 
Enfrentarse a la catástrofe
Más allá de planteamientos cinematográficos, la  realidad es que la sociedad de la información 2.0 también ha dado un vuelco en  su manera de enfrentarse a las catástrofes naturales. Aunque muchos achacan esta  tendencia a los atentados del 11-S, que sirvieron para que el mundo entero  quisiera ayudar de la manera que fuera posible, lo cierto es que la solidaridad  que emergió tras el terremoto de Haití fue sorprendente. Así, organizaciones no  gubernamentales como Oxfam Internacional cerraban hace apenas una semana su  fondo de recaudación para la isla caribeña tras haber alcanzado unos 75 millones  de dólares. Dinero suficiente, según explican desde la ONG, «para financiar  nuestro trabajo durante los próximos 3 a 5 años». Porque ni la Tierra está en  guerra con los humanos, ni el hombre es lobo para el hombre. Al menos, no en  esta película.
José A. Maldonado: «La memoria meteorológica es muy  frágil»
Hablamos con José Antonio  Maldonado, presidente de la Asociación Meteorológica Española, tras su paso por  las XXXI Jornadas Hispano-Lusas sobre Meteorología y Energías Renovables,  celebradas estos días en Sevilla. Entre las incesantes lluvias, el «hombre del  tiempo» al que más hemos escuchado hablar de borrascas y anticiclones explica  qué está sucediendo en la Tierra.
-Tsunamis, temporales, maremotos... Parece que el  planeta no quiere dar tregua a sus habitantes.
-Efectivamente, se están produciendo una serie de  fenómenos naturales coincidentes en el tiempo, pero es algo que no tiene  relación, ya que nada tienen que ver los movimientos sísmicos con la adversidad  climática. Simplemente ha ocurrido así.
-En el caso de España no paramos de oír que estamos  viviendo un invierno insólito.
-Y así es.  Hasta mediados de diciembre padecimos una fuerte sequía acompañada de altas  temperaturas, pero enseguida comenzó a llover y prácticamente no ha dejado de  hacerlo. Es más, si juntamos la pluviosidad de diciembre, enero y febrero nos  encontramos con récords históricos, superiores a los registrados en los últimos  cien años, ya que no tenemos constancia exacta de datos anteriores.
-Hace años tampoco  existía una información tan detallada y rápida sobre estos temas...
-Ése es otro factor a tener en cuenta, por supuesto.  Piensa que en 1961 viví una inundación que anegó todo el centro de Sevilla, algo  que ahora no ocurre porque se ponen medios para evitarlo. Pero asistimos a cada  cambio climatológico como una noticia de primera magnitud, los telediarios abren  con el tiempo y todos sabemos qué va a pasar, como ocurrió hace días con la  ciclogénesis explosiva...
-...la tormenta perfecta, ¿no?
-Bueno, creo que eso es utilizar términos  sensacionalistas, y lo importante es que la predicción se clavó al cien por  cien.
-Este fin  de semana el tiempo vuelve a ser noticia por la previsión de nevadas. ¿Tan  extraño es?
-Desde luego que no, pero está  claro que la memoria meteorológica es muy frágil. Ya nadie se acuerda de que en  2005 alcanzamos temperaturas mínimas históricas en ciudades como Córdoba, que  llegó a los -7ºC. Y que en 2003 hubo una ola de calor en toda Europa que se  cobró cientos de víctimas. 
-¿Nada que temer entonces?
-No, excepto la lluvia incesante, porque eso sí es  real. Estamos viviendo un invierno extraordinariamente húmedo.
Saludos,
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